domenica 31 luglio 2011

1 de agosto



Himno a los

Mártires Claretianos
de Barbastro

75º aniversario





TESTIGOS DE LA IGLESIA, FIEL SEMILLA,
HERALDOS DE LA LLAMA DE CLARET,
FORJADOS EN LA ENTRAÑA DE MARÍA,
LA SANGRE DERRAMASTEIS POR LA FE.

Barbastro fue la fragua siempre en vela
de un sueño misionero en lejanía.
“Estudio y oración” fue vuestra enseña;
pasión de juventud, vuestra alegría.

La voz de Dios, a toque de campana,
os convocó a vivir la profecía.
Tañido de obediencia claretiana,
ofrenda en noble cáliz presentida.

En pública prisión de recias pruebas,
besabais el cordel que a fe sabía;
valientes encontrasteis toda fuerza
en Cristo, manso Pan de Eucaristía.

Rasgaron vuestros “vivas” con su grito
la negra noche en fuego redimida.
Con cantos avanzabais al martirio
y orando perdonasteis sin medida.

Sellasteis con la sangre un testamento:
“Adiós, adiós, Congregación querida…”
Hermanos, hoy cantáis ya desde el cielo
la gloria que anunciara vuestra vida.

                                  Carlos Martínez Oliveras, CMF.

sabato 30 luglio 2011

31 Julio '36


E. Adolfo

de Esteban Rada



Había nacido en en Berbinzana, Navarra, 24 años antes. Acabados los estudios, pero sin ordenarse de sacerdote todavía, comenzó a ejercer de profesor en el Colegio claretiano de Barcelona. Tenía muy buenas cualidades de pedagogo y era un religioso ejemplar. Al dispersarse la Comunidad, se refugió en la familia de su compañero, el también Estudiante teólogo José Oliva. A las siete de la mañana del día 31 de julio, unos pistoleros se presentaron en el apartamento para hacer el registro diciendo: “Este piso está lleno de curas”. Sin oponer resistencia, Adolfo se despidió de la dueña: “Usted, señora Ángela, ha sido para mí más que una madre, le estoy muy agradecido. Voy a morir, pero muero tranquilo porque seré mártir y voy al cielo”. Al mediodía de aquel día, detrás del Hospital de San Pablo, en Barcelona, inició el viaje hacia el cielo que había merecido.
30 Julio '36


De Ciudad Real a Madrid. Segunda expedición


Compañeros de Comunidad de nuestros hermanos Mártires de Fernáncaballero



E. Gregorio de la Iglesia, H. Ángel García Roa, P. Jacinto García Solas, P. Faustino Ferrero Bogallo, H. Félix Reca Mendilazo, H. Pedro Medina Hernández y H. José Miguel de Miguel

El día 30 de julio se realizó la segunda expedición de claretianos desde Ciudad Real hacia Madrid. La ocasión se la ofreció el Gobernador aprovechando la salida de un tren militar que llevaría hacia Madrid un contingente de números de la Guardia civil.
No deja de resultar extraña esta segunda expedición conociendo la noticia de los sucedido dos días antes en Fernancaballero. Sin embargo, la situación que vivían como prisioneros en su propia casa, iba colmando ya la medida de su resistencia moral y física. Era preferible la muerte a la vida amarga: “Valía la pena de lanzarse a la aventura de un nueva expedición, que si Dios quería resultase con suerte, les proporcionaría una mayor seguridad en el tráfago y populosidad de la capital de España”, nos dice el P. Dionisio Rivas en su libro Bética Mártir.
Salieron de Ciudad Real dieciséis claretianos. Llegaron a Madrid, sí, pero esa misma tarde siete de ellos ya habían entregado su alma a Dios. Imaginamos que el paso del tren por la estación de Fernancaballero tuvo que producir en todos ellos un sentimiento de tristeza resignada y una disposición de confianza en la Providencia divina. En la estación de Atocha, a aquellos que fueron apresados, se les hizo el interrogatorio de rigor. El P. Faustino Ferrero, al ser preguntado como responsable del grupo quién y qué era, respondió con entereza y serenidad: “Yo, para lo que ustedes quieran servir, soy sacerdote”. Confiemos en su protección.



giovedì 28 luglio 2011

29 Julio '36


P. Cándido Casals y Sunyer



El P. Cándido Casals era superior de la Comunidad de Gracia, en Barcelona . Dotado de grandes cualidades de orador, poseía también una gran bondad. El 29 de julio fue a visitar en una pensión a dos sobrinos suyos. Allí se encuentró con dos Padres y un Hno salesianos. Reconocidos como religiosos fueron obligados a subir a un camión. Sus cadáveres aparecieron al día siguiente en el Hospital Clínico con claras señales de haber sido torturados.



P. Jaime Mir Vime


El P. Jaime Mir Vime pertenecía a la Comunidad de Tarragona. Estaba dotado de dotes intelectuales excelentes, que completó con una afición destacada al estudio. Sucedió al P. Puigdessens como titular de la cátedra de "Cuestiones dificiles" o Tesis del Doctorado de la Universidad Pontificia de Tarragona. Junto al noble afán por la ciencia, el P. Mir alimentaba también un fervoroso anhelo misionero. El día 29 de julio, después de varios días de zozobra en casas que le acogieron con caridad cristiana, fue conducido en coche por unos milicianos en dirección a Montblanc. Hacia media tarde entraba su cadáver en el cementerio de Tarragona.

mercoledì 27 luglio 2011

28 Julio '36

Con la cruz

desde Zafra hasta Fernancaballero


Siervos de Dios Jesús Aníbal Gómez, Tomás Cordero

y   Compañeros

 
 
La atmósfera de violencia contra los moradores del Seminario Claretiano de Zafra comenzó apenas acabadas las elecciones de Febrero del año 1936. A finales de abril el Padre Provincial ordenó abandonar la casa y marchar a Ciudad Real. La nueva morada era un caserón desprovisto de todo y en medio de la ciudad; lugar propicio para sufrir sacrificios hasta entonces nunca probados.
Jesús Aníbal Gómez, colombiano, escribía así a los suyos: “No tenemos huerta, y para el baño nos las arreglamos de cualquier modo... De paseo no hemos salido ni una sola vez desde que llegamos: de hecho guardamos clausura estrictamente papal; así nos lo exigen las circunstancias. Por lo dicho, pueden ver que no estamos en Jauja y que algo tenemos que ofrecer al Señor”.
Se respiraba ambiente de martirio, y pronto se vieron sorprendidos por el asalto a la casa. El P. Superior escribirá más tarde: “Cuatro fueron los días de prisión para las catorce víctimas propiciatorias que fueron sacrificadas el día 28 y seis para los restantes. Decir lo que en estos días tuvimos que sufrir es cosa de todo punto imposible”. Las cosas fueron empeorando en aquella cárcel en que se había convertido la propia casa, hasta el punto de que “trajeron mujerzuelas y las veíamos con los bonetes y los ornamentos paseando y asomándose provocativamente a nuestras habitaciones... Todos estábamos preparados para la muerte, que la veíamos muy cerca... Se sufrían las vejaciones y las privaciones con resignación y mansedumbre y conmiseración para con los perseguidores”.
El P. Superior pudo lograr salvoconductos para ir todos a Madrid o adonde les conviniera. La primera expedición para Madrid, la de nuestros mártires, fue el día 28 de julio. A la estación de Ciudad Real fueron en varios coches acompañados por los milicianos. Al llegar se armó un gran alboroto y voces de: ¡A matarlos. Que son frailes. No les dejéis subir. Matadlos!
Las amenazas se cumplieron a 20 kms de la capital, en la Estación de Fernancaballero.
Un viajero del mismo tren cuenta así lo que vio:
“Ordenaron a los frailes que bajasen, que habían llegado a su sitio. Unos bajaron voluntariamente diciendo: Sea lo que Dios quiera, moriremos por Cristo y por España. Otros se resistían, pero con las culatas de los fusiles les obligaron a bajar... Empezaron las descargas y todos los frailes cayeron al suelo… Al incorporarse, algunos con las manos extendidas gritaban ¡Viva Cristo Rey!; volvieron a dispararles y cayeron”.
Entre el montón sangrante de los cadáveres Cándido Catalán quedó gravísimamente herido y moriría horas más tarde: “Presentaba aspecto de una resignación asombrosa, no profería queja alguna…”, dijo de él el médico que lo atendió en la Estación.
Es obligado poner de relieve que en medio de tanto dolor no faltaron ángeles del consuelo. El P. Federico Gutiérrez, en su librito Mártires Claretianos de Sigüenza y Fernancaballero, recoge la confidencia que Carmen Herrera, hija del Jefe de Estación, le hizo: Yo y la mujer del Factor, Maximiliana Santos, ayudamos a los médicos a curar al herido. Yo puse agua caliente para lavarle las heridas y la mujer del Factor facilitó una sábana para hacer vendas. En la Estación yo le di de beber...”  Bello gesto que recuerda el consuelo ofrecido a Jesús camino del Calvario.

martedì 26 luglio 2011

Sigüenza, 27 Julio '36


José Mª Ruiz Cano, cmf



La Iglesia de Guijosa, testigo de la entrega del P. José Mª
  
Sigüenza había sido un remanso de paz hasta que la situación se hizo extremadamente difícil el día 25 de julio, El P. José Mª reunió a sus seminaristas en la capilla, “sería la una de la tarde”, dice el cronista, para ponerles al tanto de la situación. -“Quiso animarnos, pero no pudo contener las lágrimas”. -“No pasa nada, pero para prevenir lo que pudiera pasar, he de comunicarles con profunda pena que el Colegio queda disuelto por algunos días... Irán saliendo en grupos hacia los pueblos inmediatos, puesto que todos se han ofrecido a darnos hospedaje…”
Presidiendo esta escena de tan difícil descripción se hallaba una hermosa imagen del Corazón de María con el Niño en brazos. Hacia ella dirigió el Padre su plegaria: “¡Oh Señora mía! ¡Oh Madre mía! Acordaos que soy todo vuestro, conservadme y defendedme como cosa y posesión vuestra”. Y luego, de rodillas y con los brazos en cruz tendidos hacia la Virgen, exclamó: “Si queréis, Madre, una víctima, aquí me tenéis; escogedme a mí, pero no permitáis que suceda nada a estos inocentes que no han hecho mal a nadie”.
Comenzó el éxodo del pequeño Seminario. El Siervo de Dios se puso al frente del grupo de los de menor edad y emprendió el camino de Guijosa, a unos 7 Kms de Sigüenza.
Entraron en Guijosa al anochecer y fueron recibidos con los brazos abiertos por el párroco y todo el vecindario. Alguien propuso al Padre que los niños estaban a salvo y para él era mejor huir y salvar la vida. La respuesta, repetida varias veces, fue siempre la misma: -“Aunque me cojan y me maten, no dejo a los niños”.
A Guijosa fueron a buscar al “Padre de los niños que habían huido de Sigüenza”. Durante una hora lo tuvieron retenido en un coche flanqueado por dos milicianas. Los seminaristas iban reuniéndose alrededor,... -“No temáis, no pasa nada. Muero contento”, decía el Padre a los muchachos.
En éstas, unos milicianos que venían de profanar la iglesia, traían de mala manera una imagen del Niño Jesús. Con desfachatez se lo arrojaron al P. José Mª, diciéndole: -“Toma, para que mueras bailando con él”. El Padre lo apretó amorosamente sobre su corazón. Pero el miliciano se lo arrebató bruscamente y lo arrojó contra el suelo.
El coche echó a andar… el Padre se despidió diciendo: -¡Adiós, hijos míos!, y los bendijo. La caravana se detuvo en el término del monte del Otero, a medio camino entre Guijosa y Sigüenza. Una voz ordenó al P. José Mª que bajara. El Padre entendió la orden, perdonó a sus enemigos y emprendió, peregrino del cielo, la subida al Otero.
Sonó una descarga de fusiles y el Siervo de Dios se desplomó en cruz. Era la una de la tarde del 27 de julio de 1936. Uno de los milicianos comentaría más tarde: “Como aquel fraile que estaba con estos chicos, que aún decía que nos perdonaba cuando le íbamos a matar”.
En la falda del Otero, en el lugar del martirio, está clavada una cruz para perpetua memoria.

lunedì 25 luglio 2011

26 Julio '36



CERVERA. Otro Seminario Mártir





¡También yo muero por Dios!

Los quince de Lérida
Grupo del P. Manuel Jové

A siete kilómetros de Cervera poseían los claretianos una finca llamada familiarmente Mas Claret, y alllí encontraron refugio provisional gran parte de los miembros de la Comunidad dispersa, hasta que al amanecer del día 24, los miembros del Comite Revolucionario de Cervera llegaron para incautarse de ella.
De allí salieron en la tarde del día 24 de julio catorce seminaristas jóvenes, al frente de los cuales iba el P. Manuel Jové, de 40 años de edad, latinista de prestigio internacional y fundador de la revista Palaestra Latina. Se dirigieron a Vallbona de les Monges, pueblo natal del P. Jové, en donde pensaban encontrar acogida segura.
Caminaban distanciados de dos en dos para pasar desapercibidos, pero fueron descubiertos y detenidos. El P. Jové se adelantó al grupo para conseguir pases del Comité del pueblo de Rocafort, pero allí les fueron a buscar los milicianos del Comité de Lérida el 25 por la noche y allí comenzó la última y más difícil subida de su calvario.
Lo primero de todo, un minucioso registro, que comenaba con un puñetazo, un empellón o un latigazo. De los bolsillos no salía más que el pañuelo, el imprescindible rosario, y... -¡qué buenos chicos!- algunos cilicios, instrumentos de penitencia. Risas, blasfemias, vulgaridades soeces.
Sobre el pecho del P. José, debajo de la camisa, pendía un crucifijo devoto.
-¿Qué es esto? -Mi Dios y Señor.
-¡Haz el favor de tirarlo al suelo! -¡No lo hago!
Se lo arrancan, y ellos mismos lo tiran con violencia:
-¡Písalo! -¡Eso, jamás! Prefiero morir. -Pues, ¡te lo tendrás que tragar!
Se lo aplican con la punta en la boca y lo hunden en ella de un terrible puñetazo, rompiéndole los tejidos de la cara.
La pasión culminó en el cementerio de Lérida, entre las dos y tres de la tarde del día 26 de julio. Bajaron los presos del camión. Uno de aquellos muchachos voló con el pensamiento al hogar querido:
-Si al menos se le pudiese hacer saber a mi madre.
-Has llegado tarde, muchacho. Bastante tiempo has tenido.
El P. Jové se dirigió a todos: -Nos matarán, pero morimos por Dios. ¡Viva Cristo Rey!
Ante el pelotón, el P. Jové, al ser puesto en fila el primero de todos, dijo: -“Yo muero por Dios”
Ante esta afirmación, tomada a broma por los milicianos, preguntaron a cada uno en particular:
-¿Y tú también mueres por Dios?     -¡También yo muero por Dios!

Eran quince: Manuel Jové, Onésimo Agorreta, Amado Amalrich, José Amargant, Pedro Caball, José Casademont, Teófilo Casajùs, Antonio Cerdá, Amadeo Costa, José Elcano, Luis Hortó, Senén López, Miguel Oscoz, Luis Plana y Vicente Vázquez.

En este mismo día 26, derramaron también su sangre por Cristo:
Barcelona: P. Gumersindo Valtierra Alonso
Lleida: Fco Xavier Surribas Dot y Estudiante Joan Costa Arnau (ambos de la Comunidad de La Selva del Camp)

domenica 24 luglio 2011

25 de julio '36


El Martirologio Claretiano nos recuerda en este día 25 de julio a un grupo numeroso de mártires que dieron gloria a Dios en lugares distintos.


Sabadell - P. Josep Reixach Reguer

Pertenecía el P. Josep Reixach a la Comunidad de Sabadell, de la que ocho de sus once miembros serían mártires, el primero de todos el P. Reixach, de 71 años. Acogido en casa de una familia, les advirtió: - Si vienen a buscarme, no quiero que nieguen que estoy aquí. ¡Seré mártir como los demás!
Le fueron a buscar a las tres de la mañana del día 25, y en media calle le dispararon a quemarropa dejándole aún con vida. Arrastrándose durante dos horas, llegó como pudo al hospital, casi moribundo y sin que nadie le reconociera. Le atendió una Hermana de la Caridad vestida de seglar. El Padre, receloso de todo, disimulaba, y a la Hermana, de la que pensaba que fuese una enfermera seglar, le dijo cariñoso: - Chica, qué bien lo hace usted. Ya la encomendaré a Dios en mis oraciones.
La paciencia inexplicable con que sufría los dolores y el rosario encontrado en el bolsillo hace sospechar a los cuidadores sobre la identidad del paciente, hasta que fue reconococido por una de las presentes: -¡Si es el Padre Reixach!
Llamados el Alcalde y el juez, éstos se presentan con un grupo de milicianos con los fusiles en alto. Al verlos, el Padre les dirige unas palabras de perdón: -Si sois vosotros quienes me habéis disparado los tiros, os perdono de corazón. Quiero morir como Jesús, que también perdonó a quienes le acababan de crucificar.
Se le trasladó después a la Clínica de Nuestra Sra de la Salud, y allí a otra Hna que le atendía vestida de enfermera le dijo: -¿Es usted Hermana o enfermera?... ¡Cuánto que me alegro, Hermana! Me voy al Cielo. Allí rogaré por usted.

Una vez más la debilidad humana se sobreponía a sí misma apoyada en la fortaleza de Dios. En el campo sembrado de violencia y sangre, el P. Reixach descubrió el tesoro de la fe, del amor y del perdón. Mientras la Causa de beatificación avanza a ritmo lento, el P. Josep Reixach Reguer, cmf, continúa diciéndonos: Ya os encomendaré a Dios en mis oraciones.

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Lérida - P. Miquel Baixeras Berenguer, P. Artur Tamarit Pinyol, P. Manuel Torres Nicolau, P. Pau Pujolar Vila (de la Comunidad de La Selva del Camp).
Montblanc - E.Vicenç Franch Lleopart (de la Comunidad de La Selva del Camp).
Sallent - H. Marià Binefa Alsinella, P. Juan Mercer Soler, H. Marcelino Mur Blanch, P. Jaume Payás Fargas
Barcelona - H. Joan Capdevila Costa y el donado Pere Palomas
Madrid - P. Antonio Marín López, superior de la Comunidad del Buen Suceso, estaba llamado a iniciar el grupo glorioso de sus trece mártires; H. Agapito García Pérez, Gerente de la editorial Coculsa en Madrid, de “religiosidad profunda, tierna y maciza”; H. Conrado Glez de Antonio, “benemérito por sus años y por sus fieles servicios”; P. Leocadio Lorenzo Ventosa, “auténtico apóstol de la prensa”. (Cfr. Mártires claretianos del santuario del Corazón de María, del P. Ernesto Barea)

venerdì 22 luglio 2011

24 Julio, Vimbodí (Tarragona)


H. Antonio Capdevilla Balsells




El Hno. Antonio Capdevilla Balsells pertenecía a la comunidad de la Selva del Camp cuando estalló la guerra civil del ’36.  Modelo de Hermanos claretianos, su espíritu de caridad quedó de manifiesto cuando el día 23 de julio, su primera preocupación fue llevar al anciano y enfermo Hno Ramón Garcés al Asilo de las Hermanitas de Reus. De regreso tomó el tren con intención de ir a refugiarse a Mollerusa, en donde vivía su familia. Llegado a Vimbodí, el tren se detuvo en la estación para el cambio de máquina, ocasión que aprovechó el Hermano para bajarse a pasear por el andén. Alguien sospechó de él y fue detenido. Lo pasearon por las calles hasta el Comité, le robaron el dinero que llevaba y a eso del mediodía lo condujeron hacia la carretera para asesinarlo. Pidió el Hermano que le dieran un espacio de tiempo para prepararse a morir, y entonces, con el sosiego que solía poner en todas las cosas, se descubrió con toda naturalidad la cabeza y oró breves instantes encomendando su alma a Dios. Cuando hubo terminado, con la misma calma avisó a sus verdugos,  y una ráfaga de disparos lo abatieron en tierra. Las buenas gentes del lugar recogieron y guardaron con veneracion pequeñas piedras salpicadas con la sangre de quien consideraban mártir. Su causa de beatificación está introducida en el proceso que sigue la Archidiócesis de Tarragona.

giovedì 21 luglio 2011


22 Julio '36
La Selva del Camp



P. VICENTE GOMÁ GUIX





Al P. Vicente Gomá le recordarán en Játiva por haber dedicado la mayor parte de su vida al ministerio pastoral en el colegio e iglesia de los claretianos. Ese recuerdo es sumamente elogioso: “Las gentes piadosas que frecuentan nuestra iglesia y los exalumnos más antiguos, le recuerdan con cariño nostálgico... Aquel Padre alto y delgadito (era) incapaz de lastimar a nadie, pronto a la benevolencia y fácil al perdón...”
Sin embargo, en julio de 1936 se encontrará formando parte de la Comunidad de la Selva del Campo con el cargo de Vicesuperior. El día 21 de julio, en ausencia del Superior, el P. Gomá asumió las responsabilidades de su cargo dejando que los miembros de la Comunidad se dispersaran, reservando para sí el “salir de casa el último o siendo preciso, dar la cara al enemigo”. Su pretensión era refugiarse en la bóveda de la iglesia y preservar el Santísimo de la profanación. Aquella misma noche tuvieron lugar el asalto a la casa y el incendio de la iglesia. El P. Gomá fue encontrado muerto –al parecer asesinado- en una de las celdas de la Comunidad: estaba apoyado en la cama en actitud de orar, horrorosamente desfigurado, con señales evidentes de habérsele querido quemar. Junto a él, el Sto Cristo de Misiones con la madera de la cruz quemada.
21 Julio '36   Mártires en Lleida


                                      P. Federico Codina Pisassó, cmf

Lléida será la primera Comunidad claretiana de Cataluña en pagar tributo de sangre a la persecución religiosa. Eran 11 los miembros de la Comunidad.
El 21 de julio por la mañana, ocho de ellos se refugiaron en un piso que les ofreció una buena señora. Ante la inminencia de ser descubiertos, los religiosos, arrodillados, ofrecieron su vida a Dios por la salvación de España y, recibida la absolución general y la bendición del Superior, P. Federico Codina, se dispusieron a entregarse a los asaltantes. Los Padres Codina y Busquets fueron llevados a declarar ante el Comité revolucionario, y los demás ingresaron en la cárcel.
Prestada la declaración, el P. Codina salió a la Calle Mayor custodiado por un pelotón de milicianos en dirección a la cárcel. Eran las 11 de las mañana y la calle estaba llena de gente. De pronto, una voz acusadora gritó ante el grupo de curiosos: -¡Es el Padre Superior de los Misioneros! Otras voces se sumaron de inmediato: - ¡Matadlo, matadlo, que es un cura! Los milicianos tuvieron bastante para proceder a “hacer justicia” descargando todos sus fusiles sobre el Padre, que cayó tendido en la Plaza de la Paheria. Culto, distinguido y amable, el P. Federico Codina fue el primero de su Comunidad en abrazarse a la cruz de Cristo mártir.

martedì 19 luglio 2011

Mártires por la fe,
maestros en fidelidad

Comunidad de  JAÉN


La primera Comunidad Claretiana en la lista del dolor y del perdón fue Jaén. El 19 de julio de 1936, en la casa del pueblo determinaron asaltar la casa de La Merced, la única de religiosos varones que existía en la capital. Al día siguiente, día 20, en torno a las dos de la tarde, con todo el castigo del sol en lo alto, una chusma invadió la huerta y asaltó el convento por la puerta principal. En la calle, tiros, pedradas a los cristales, amenazas de incencio... Ante tal situación no quedaba más remedio que provar la huída, cada cual a su manera. El P. Dionisio Rivas, en su libro Bética Mártir, narra los momentos del asalto a la casa y la vejación de los que en ella habitaban.
La suerte, mala suerte, estaba echada. Media hora después, en la huerta yacían cuatro cadáveres. El P. Rivas nos da sus nombres y un breve detalle de su vida: P. Jenaro Millán, persona de temperamento estable, de mucha oración y cualidades normales, que había sido escogido por Dios a sus 57 años para testimoniarlo con la entrega de su vida; P. Laureano de Frutos, de 59 años, hombre callado, cumplidor y buen religioso, que había llegado a Jaén buscando la seguridad que no le ofrecía Jerez de l os Caballeros; P. Santos Rodríguez, de 67 años de edad, persona sencilla y amable; H. Eduardo Gómez, de 72 años, era de perfil señero, adusto y voluminoso como las montañas cántabras que le sirvieron de cuna.
Los demás pudieron huir en un primer momento, pero pronto fueron detenidos. Comenzó para ellos un verdadero Viacrucis por las calles de Jaén, semejante en todo al del Maestro: insultos, petición de muerte, puñaladas, golpes con palos y fusiles,... Llevados al Hospital, el P. Fructuoso García Bañares, Superior de la Comunidad, no pudo superar la situación y falleció. Los restantes fueron encarcelados, juzgados y declarados libres o condenados a diversos tipos de trabajos hasta conseguir la libertad. Sus nombres son: Nicomedes Muñoz, Benjamín Carballo, Paz Porras, Jacinto Muñoz, Juan Bautista Alonso, Patricio Pérez. También ellos merecen la admiración de quienes sufrieron por Cristo.
El silencio sobre los hechos ocurridos en la huerta del convento fue total y no permitió iniciar la causa de beatificación de nuestros hermanos. No obstante, es fácil adivinar que todos ellos escucharon la voz del Señor: Venid, benditos de mi Padre.
Murieron amando y perdonando. También es otra fácil suposición. El P. Carvallo, que sobrevivió, habiendo tenido noticia de que uno de sus maltratadores había sido condenado a muerte por los tribunales militares, nos dice: “por mi mediación, elevando un escrito al Generalísimo Franco, se ha conseguido que lo indulten”.
En el martirologio de la Provincia claretiana de Bética, los claretianos que sufrieron en Jaén figurarán siempre bajo el título: Mártires por la fe, Maestros en fidelidad.

lunedì 18 luglio 2011


Hijos de la Congregación querida

75º Aniversario





Cada hoja del calendario de la segunda mitad del mes de julio y de todo el mes de agosto viene cargada de emotivos recuerdos. Es la hora de la memoria de lo que sucedió hace 75 años, memoria de una historia escrita con gestos de perdón y de amor sobre el tapete oscuro de la España del ‘36.
Los Claretianos recordamos a los “hijos de la Congregación querida”, continuando así la piadosa e inmemorial costumbre en la Iglesia de recordar a sus mártires para gloria del Señor, admirable en sus santos, y honrar a sus siervos fieles.
Al tratarse de mártires cercanos a nosotros, se corre el riesgo de que los sentimientos se carguen del dolor de viejas heridas. Pero eso sería aplicar mala justicia a quienes derramaron su sangre con la sola intención de regar nuevos brotes de paz y de perdón en donde florezca el amor cristiano.
Con nuestro recuerdo pretendemos “cumplir un deber de justicia y gratitud, honrar a nuestros mártires y dar a conocer a toda la Iglesia el heroísmo y la fortaleza de quienes murieron por amor a Jesucristo y mostrar a los cristianos de hoy el testimonio martirial de su vida cristiana vivida hasta sus últimas consecuencias” (Mons. J.J. Asenjo en la apertura del proceso de canonización de los mártires de la persecución religiosa de 1936 en Córdoba (16/01/2010)
Tras las huellas de los mártires somos peregrinos con la ilusión de alcarzar el horizonte señalado a los bautizados en Cristo. No serán los mismos pasos los que tendremos que dar, pero sí la misma actitud de mirada alzada y pies ligeros.
Recordar al "blanco ejército de los mártires" (martyrum candidatus exercitus, dice la liturgia) alejará de nuestro corazón el aguijón de miedo y tristeza que provoca la muerte, y nos infundirá nuevo entusiasmo para vivir abrazados a Cristo, que supo de dolor por haber amado, y conoció la muerte porque deseaba la vida sin ocaso.
Al recuerdo de estos mártires, testigos de esperanza, de amor y de paz, por amor a Cristo, es obligado asociar la memoria de cuantos hoy, en nuestros días de 2011, son perseguidos y sufren de diversos modos por testimoniar y servir al Evangelio. Con su comportamiento fiel escriben amor sobre dolor y perdón sobre odio.
A María, reina de los mártires, vaya nuestra plegaria de intercesión: ¡Mira a tus hijos necesitados, líbralos de todo peligro, oh Virgen gloriosa y bendita!