mercoledì 27 luglio 2011

28 Julio '36

Con la cruz

desde Zafra hasta Fernancaballero


Siervos de Dios Jesús Aníbal Gómez, Tomás Cordero

y   Compañeros

 
 
La atmósfera de violencia contra los moradores del Seminario Claretiano de Zafra comenzó apenas acabadas las elecciones de Febrero del año 1936. A finales de abril el Padre Provincial ordenó abandonar la casa y marchar a Ciudad Real. La nueva morada era un caserón desprovisto de todo y en medio de la ciudad; lugar propicio para sufrir sacrificios hasta entonces nunca probados.
Jesús Aníbal Gómez, colombiano, escribía así a los suyos: “No tenemos huerta, y para el baño nos las arreglamos de cualquier modo... De paseo no hemos salido ni una sola vez desde que llegamos: de hecho guardamos clausura estrictamente papal; así nos lo exigen las circunstancias. Por lo dicho, pueden ver que no estamos en Jauja y que algo tenemos que ofrecer al Señor”.
Se respiraba ambiente de martirio, y pronto se vieron sorprendidos por el asalto a la casa. El P. Superior escribirá más tarde: “Cuatro fueron los días de prisión para las catorce víctimas propiciatorias que fueron sacrificadas el día 28 y seis para los restantes. Decir lo que en estos días tuvimos que sufrir es cosa de todo punto imposible”. Las cosas fueron empeorando en aquella cárcel en que se había convertido la propia casa, hasta el punto de que “trajeron mujerzuelas y las veíamos con los bonetes y los ornamentos paseando y asomándose provocativamente a nuestras habitaciones... Todos estábamos preparados para la muerte, que la veíamos muy cerca... Se sufrían las vejaciones y las privaciones con resignación y mansedumbre y conmiseración para con los perseguidores”.
El P. Superior pudo lograr salvoconductos para ir todos a Madrid o adonde les conviniera. La primera expedición para Madrid, la de nuestros mártires, fue el día 28 de julio. A la estación de Ciudad Real fueron en varios coches acompañados por los milicianos. Al llegar se armó un gran alboroto y voces de: ¡A matarlos. Que son frailes. No les dejéis subir. Matadlos!
Las amenazas se cumplieron a 20 kms de la capital, en la Estación de Fernancaballero.
Un viajero del mismo tren cuenta así lo que vio:
“Ordenaron a los frailes que bajasen, que habían llegado a su sitio. Unos bajaron voluntariamente diciendo: Sea lo que Dios quiera, moriremos por Cristo y por España. Otros se resistían, pero con las culatas de los fusiles les obligaron a bajar... Empezaron las descargas y todos los frailes cayeron al suelo… Al incorporarse, algunos con las manos extendidas gritaban ¡Viva Cristo Rey!; volvieron a dispararles y cayeron”.
Entre el montón sangrante de los cadáveres Cándido Catalán quedó gravísimamente herido y moriría horas más tarde: “Presentaba aspecto de una resignación asombrosa, no profería queja alguna…”, dijo de él el médico que lo atendió en la Estación.
Es obligado poner de relieve que en medio de tanto dolor no faltaron ángeles del consuelo. El P. Federico Gutiérrez, en su librito Mártires Claretianos de Sigüenza y Fernancaballero, recoge la confidencia que Carmen Herrera, hija del Jefe de Estación, le hizo: Yo y la mujer del Factor, Maximiliana Santos, ayudamos a los médicos a curar al herido. Yo puse agua caliente para lavarle las heridas y la mujer del Factor facilitó una sábana para hacer vendas. En la Estación yo le di de beber...”  Bello gesto que recuerda el consuelo ofrecido a Jesús camino del Calvario.

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