mercoledì 3 agosto 2011

4 agosto


 75 Aniversario de los Mártires

Carta del P. General    (y 2)

Los escritos de nuestros mártires y el testimonio de muchas personas que compartieron con ellos la cárcel o que los acogieron en sus casas aun a riesgo de sus propias vidas, hablan con elocuencia del espesor espiritual de nuestros hermanos.

Es bueno recordar las palabras y los sentimientos que aparecen con mayor insistencia en sus escritos y en el testimonio de quienes compartieron con ellos momentos que dejaron una señal indeleble en sus vidas. Gritan: ¡Viva Cristo Rey!, expresando cuál es el ideal que impulsa su vida. Se sienten llamados a perdonar a quienes van a ser los ejecutores de sentencias injustas dictadas solamente por el odio o los prejuicios. Recuerdan a su “amada Congregación” y expresan el deseo de que la sangre que ellos vierten sea portadora de vida para ella y, a través de ella, para muchas personas en todo el mundo. Piensan en sus familias y sienten el deseo de hacer llegar una palabra de consuelo y esperanza a sus padres, sobre todo a sus madres, que van a recibir con dolor la noticia de su muerte, e invitarles a ser partícipes de su ofrenda martirial. Sienten la nostalgia de la misión que algunos habían ejercido con gran generosidad y que había llenado de entusiasmo el corazón de los más jóvenes; saben que se les pide ahora un testimonio diverso pero igualmente significativo. Viven con fuerza la experiencia de comunidad, incluso aquellos que deben afrontar el martirio en solitario pero que se sienten arropados por el recuerdo y la oración de sus hermanos. Sueñan en un mundo sin odio donde las enseñanzas del Evangelio -los valores del Reino, diríamos hoy- ayuden a encontrar aquellos caminos de paz y fraternidad que están arraigados en lo más profunda del corazón humano. Viven con especial profundidad la experiencia del amor de María y sienten su presencia en un momento en que, más que nunca, necesitan un gesto de ternura.

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