giovedì 4 agosto 2011

5 agosto



75 Aniversario de los Mártires

Carta del P. General   (y 3)


El testimonio de nuestros hermanos nos sigue motivando y cuestionando. La dimensión martirial está siempre presente en la vocación misionera. Lo estuvo en la vida del Fundador y lo ha estado en la historia de nuestra Congregación. El P. Fundador integró esta dimensión en la definición del misionero y la vivió él mismo en las distintas etapas de su vida. “... Nada le arredra, se goza en las privaciones; aborda los trabajos; abraza los sacrificios; se goza en los tormentos y dolores que sufre y se gloría en la cruz de Jesucristo. No piensa sino cómo seguirá e imitará a Cristo en orar, en trabajar, en sufrir, en procurar siempre y únicamente la mayor gloria de Dios y la salvación de los hombres” (CC 9).

Nuestros hermanos mártires, como todos los Claretianos, llevaban estas palabras grabadas en su mente y en su corazón... Seguramente les pesaron algunas privaciones, se sintieron débiles ante los sacrificios que se les pedían y experimentaron miedo ante los tormentos que pensaban les pudieran llegar. La definición del misionero no es la descripción de unos hombres fuertes, sino de personas que han sabido mirar a Jesús y acoger en sus corazones su mirada. La confesión de la fe en Jesús hasta la muerte es fruto de una amistad profunda con el Maestro. Y la amistad es un don que hay que cultivar con esmero. Construir nuestra vida en torno a Jesús, respondiendo a la invitación que Él nos ha hecho, es nuestro camino de autorrealización. Es el camino que nos prepara para dar la vida, cada día y en el martirio si fuera necesario.

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